martes, 27 de marzo de 2012

CARTA A LOS GÁLATAS. ABRAHÁN REHABILITADO POR LA FE. 3,6-14.

             6Dado que Abrahán, "se fió de Dios y eso le valió la rehabilitación" (Gn 15,6), 7sabed de una vez que hijos de Abrahán son únicamente los hombres de fe. 8Además, la Escritura, previendo que Dios rehabilitaría a los paganos por la fe, le adelantó a Abrahán la buena noticia: "Por ti serán benditas todas las naciones" (Gn 12,3). 9Así que son los hombres de fe los que reciben la bendición con Abrahán el creyente.
            10Mirad: los que se apoyan en la observancia de la Ley llevan encima una maldición, porque dice la Escritura: "Maldito el que no se atiene a todo lo escrito en el libro de la Ley y lo cumple" (Dt 27,26). 11Y que por la Ley nadie se rehabilita ante Dios es evidente, pues "vivirá el que se rehabilita por la fe" (Hab 2,4), 12y la Ley no alega la fe, sino que dice: "El que cumple sus preceptos, vivirá por ellos" (Lv 18,5).
           13El Mesías nos rescató de la maldición de la Ley, haciéndose por nosotros un maldito, pues dice la Escritura: "Maldito todo el que cuelga de un palo" (Dt 21,23); 14y esto para que por medio del Mesías, Jesús, la bendición de Abrahán alcanzase a los paganos y por la fe recibiéramos el Espíritu prometido.

EXPLICACIÓN.

6-14.     Es la fe, no la observancia de la Ley, la que hace hijos de Abrahán y miembros del verdadero Israel. Hijo significaba, más que la descendencia carnal, la identidad de conducta con el llamado "padre" (6). Sin duda, los adversarios de Pablo se gloriaban de su descendencia de Abrahán y exigían la circuncisión para incorporarse al pueblo de la promesa. Pablo afirma que sólo una fe como la de Abrahán (Gn 15,6) hace hijos suyos (cf. Rom 4) (7). Cesa toda superioridad basada en la raza. La extensión de la salvación a los paganos estaba prevista; lo prueba Pablo citando Gn 18,18 (cambiando "tribus" por "naciones") (8-9).

             La Ley no es sólo incompatible con la fe en el Mesías, sino que lleva a la ruina, pues impone penas severísimas a quien no la observa (Dt 27,26) y, por otra parte, es imposible observarla (10). Además, es incapaz de salvar, pues el hombre se rehabilita únicamente por la fe (Hab 2,4) y la Ley no pone esa condición (Lv 18,5) (11-12).

             El resultado de una Ley obligatoria, pero imposible de cumplir, era la maldición. El Mesías rompió el círculo de la maldición. Su resurrección demostró que aquel que la Ley llamaba maldito (Dt 21,23) era en realidad el Hijo de Dios. La Ley queda así anulada y la bendición de Abrahán (= la promesa, el Espíritu) puede extenderse a los que no tienen esa Ley, mediante la adhesión a Jesús (por la fe). Cesa la discriminación entre los pueblos (13-14).

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