2 1Después, a los catorce años,
subí de nuevo a Jerusalén en compañía de Bernabé, llevándome también a Tito.
2Subí por una revelación les expuse la
buena noticia que pregono a los paganos, pero en particular, a "los
respetados", para evitar que mis afanes de ahora o de entonces resulten
inútiles. 3Y así fue; ni siquiera obligaron a circuncidarse a mi acompañante,
Tito, aunque era griego.
4Se debía a la cosa a
aquellos intrusos, a aquellos falsos hermanos que se infiltraron par acechar
nuestra libertad -esa que tenemos gracias al Mesías Jesús-, con intención de
esclavizarnos. 5Ante aquéllos ni por un momento cedimos dejándonos avasallar,
para que la verdad de la buena noticia siguiera con nosotros.
6Pues bien, por parte de los
respetados por ser algo (lo que fueran o dejaran de ser no me interesa nada,
Dios no mira lo exterior del hombre); a mí, como decía, "los
respetados" no tuvieron nada que añadirme, 7todo lo contrario: viendo que
se me ha confiado anunciar la buena noticia a los paganos (como a Pedro a los
judíos, 8pues aquel que capacitó a Pedro para la misión de los judíos me
capacitó también a mí para los paganos) 9y reconociendo el don que he recibido,
Santiago, Pedro y Juan, los respetados como pilares, nos dieron la mano a mí y
a Bernabé en señal de solidaridad, de acuerdo en que nosotros nos dedicáramos a
los paganos y ellos a los judíos. 10Sólo nos pidieron que nos acordásemos de
los pobres de allí, y eso en concreto lo tomé muy a pecho.
EXPLICACIÓN.
1-10. La
visita a Jerusalén descrita en esta perícopa se identifica probablemente por su
temática con la mencionada en Hch 15, aunque hay serias dificultades para ello.
En primer lugar, la mención de otra visita anterior en Hch 11,30 y 12,25 (años
46/48) y, en segundo lugar, la colocación del incidente de Antioquía (2,11ss)
después del concilio de Jerusalén, hacen que armonizar los datos de Lucas con
los de Pablo sea prácticamente imposible.
Intervalo de catorce años a partir de la primera visita o, quizá, a
partir de su conversión. Esta vez Pablo no va solo a Jerusalén, sino en grupo
(Bernabé, Tito); no va a tratar asuntos personales. Tito, colaborador de Pablo
(cf. 2 Cor 8,23) (1). El primer viaje lo hizo por propia iniciativa (1,18s);
éste, en cambio, empujado por una revelación divina; ésta le avisaba del
peligro que corría la misión entre los paganos y Pablo quiso evitarlo a tiempo.
Primera mención de una dificultad que afecte a su misión. La solución a la
dificultad podría encontrarse en el diálogo con las figuras destacadas de la
comunidad de Jerusalén. Pablo expone su evangelio (la buena noticia que
pregono), que sin duda, encontraba ya oposición por parte de algunos. De hecho,
Pablo no exigía a los paganos la circuncisión (3), que sometía a la Ley (cf.
5,2) (2).
Se
deduce que los adversarios la exigían y, con ella, la observancia de la Ley.
Los prohombres de Jerusalén aceptan la postura de Pablo y no obligan a Tito a
circuncidarse (3). Para Pablo, el hecho de que Israel haya rechazado y
condenado al Mesías ha puesto fin a su privilegio como pueblo escogido y a toda
mediación de Israel en la salvación de la humanidad. El Mesías pertenece tan
directamente a los paganos como a los judíos, y no se requiere abrazar el
judaísmo para gozar de los bienes de la era mesiánica.
El
conflicto se había suscrito en torno a la libertad respecto a la Ley. Algunos
falsos hermanos, creyentes procedentes del judaísmo, se oponían. Usaban como
táctica infiltrarse en las comunidades de origen pagano y perturbarlas
proponiendo la doctrina de la necesidad de hacerse judío para alcanzar la
salvación. Peligro para la misión: difícilmente habrían aceptado los paganos el
cristianismo si requería adoptar los usos y religión judía (4). Pablo se
muestra totalmente intransigente. La misma ofensiva se está verificando en las
comunidades de Galacia (5).
Los
prohombres de Jerusalén no ponen objeción a Pablo, es más, reconocen la
autenticidad de su llamamiento y enseñanza, viendo en ellos el designio y la
acción de Dios (6-8). Indiferencia de Pablo ante los títulos honoríficos o los
rangos (6: los respetados por ser algo). Se convierten en aliados de Pablo. La
común profesión de principios lleva a afirmar la unión y solidaridad entre la
comunidad de origen judío y la de origen pagano. Se decide al mismo tiempo la
división del campo de misión (9). Se les pide una expresión de solidaridad
(10). Queda en pie una cuestión: los cristianos de origen judío, ¿están obligados
a la observancia de la Ley? La neta división de los campos de actividad, ¿no comportaba
una diversidad en la predicación? La comunidad de Jerusalén sigue cerrada en sí
misma (6-10).
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